Video | No es suficiente, en general, hacer una pausa y “contar hasta diez”, si durante esa pausa nos invaden ciertos pensamientos disfuncionales que nos conducirán inevitablemente a un lugar no deseado.

Oscar Hernando, Coach e Instructor en Inteligencia Emocional
Simplemente reemplazaremos un automatismo por una serie de soliloquios que no nos llevarán tampoco a buen puerto. De lo que se trata, repetimos, es de generar nuevos pensamientos, para no caer en viejas conductas.
Hay una enorme cantidad de factores genéticos y ambientales que influyen en la formación de nuestras capacidades emocionales: la vida intrauterina (las influencias emocionales de la madre en el período de gestación), la crianza y experiencias de los primeros años de vida, lo que comemos, lo que vivimos.
Estos factores interactúan para determinar lo que somos. Hay predisposiciones genéticas pero el ambiente influye poderosamente en la expresión de estas tendencias, por lo cual se puede afirmar que nuestras competencias pueden ser mejoradas mediante una adecuada educación.
Una predisposición no constituye una predeterminación. La mayoría de las predisposiciones se hallan hasta cierto grado programadas, pero son flexibles, plásticas y con potencial de cambio. Debemos desterrar la creencia de que la fuerza de voluntad es un rasgo innato que se posee o no, y que nada podemos hacer al respecto.
Si bien a cualquier edad se pueden aprender estrategias efectivas para dominar la impulsividad, es mucho mejor que estas técnicas de autocontrol sean inculcadas a temprana edad, cuando los patrones de respuesta no están tan arraigados y resultan más fáciles de cambiar. La clave está, en todos los casos, en tener estrategias de autocontrol y practicarlas, practicarlas y practicarlas.
La formación de estos hábitos saludables se ven notablemente favorecidos cuando clarificamos nuestros valores, nuestras necesidades y sabemos qué es importante en nuestras vidas y qué es secundario, hacia dónde van dirigidos nuestros esfuerzos diarios, y podemos visualizar claramente qué queremos lograr. Caso contrario, simplemente habremos reemplazado un automatismo disfuncional por una conducta represiva (“no debo caer en la tentación”), que no se sostendrá a largo plazo. Una clara demostración de esto son las dietas, que se inician como una obligación, una imposición social o por indicación médica, pero sin un cambio de conciencia. Entonces, se toma la restricción alimenticia como una tortura que sólo se puede sostener a corto plazo y produce un efecto rebote con nefastas consecuencias.
En resumen, debemos cambiar nuestra forma de pensar, más que simplemente oponer resistencia ante las tentaciones. De esta manera seremos libres de escoger lo apropiado, y no esclavos de la represión. Saber claramente qué queremos ser (más que pretender qué no debemos hacer) es la mejor motivación para sacrificar nuestros placeres presentes en aras de la identidad futura. La perseverancia en éstas prácticas, tal como indicamos anteriormente, es fundamental para mantener los cambios en el tiempo y lograr nuevos automatismos donde prive el sistema frío. Cuando esto suceda, estas nuevas formas automáticas dejaran de ser un desgaste energético y se convertirán en algo natural, que a su vez nos dará más autoconfianza.
El material de la presente nota ha sido extraído del libro “Las claves del equilibrio emocional” de Editorial Dunken (2018).
Oscar Hernando – Coach e Instructor de Inteligencia Emocional
Contacto: Facebook Inteligencia Emocional MDQ – www.inteligenciaemocionalmdq.com.ar
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